Por Dizán Alvarado.
Morenita, enjuta, de manos ansiosas por tocar las piezas, de mirada soñadora y fija, valiente como el común de los Nicaraguenses no titubeó cuando le dijeron vamos a ir a participar y competir con niños y niñas de todo el país y de edades y aquí esta esta competidora que representa el anhelo de una nueva generación de ajedrecistas que como Nicaragua misma, clama por oportunidades.
En las instrucciones previas a arrancar se les presentó la planilla para que anotaran, se les dijo del reloj a la par y su obligatoriedad y nadie dijo: "no puedo", la voluntad se entrena y en estas edades es la herencia más preciada que los instructores y promotores le puedan dar a sus alumnos. Igual, con tono solemne y serio se les dijo que es un juego que se juega y ocupa silencio y aquella sala parecía que eran adultos jugando. Me había quedado la pena en la retina a mi, vino que soy, que en la final nacional escolar, que se supone son los filtrados de procesos previos, que hubo jugadores que no sabían anotar las partidas y que el reloj era un objeto de otro planeta. Hay que ir formando, moldeando y esa es la tarea de una dirigencia que piense y que haga su tarea.
A estos niños y niñas no les interesa que los adultos y más los nicaragüenses nos cuesta dialogar, no sabemos dialogar. Tampoco les interesa que hayan dos federaciones y les resbala como se llamen los presidentes de esas federaciones y que hacen o no hacen, lo que quieren es jugar y acá están para eso.
Chinandega, tierra exótica, misteriosa, cautivadora. Igual la naturaleza le da por temblar, como también desde ayer por la tarde una tronadera, lluvia y cielo gris, gris oscuro. Pero, al agricultor nada lo detiene, seguimos sembrando ilusiones. Hoy tres rondas y cuando terminemos montaremos a los chavalos y sus padres a un bus a conocer los alrededores de Chinandega, una ciudad coqueta con mar y volcanes.
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